Después de una larga temporada en el dique seco, las flotas de War At Sea volvieron a entrar en acción, surcando esta vez los mares de Séptimo Grado para enseñar allí este reglamento.
Para ello, tras una primera batalla introductoria con el sistema de movimiento por sectores entre unas flotas británicas e italianas, se montó una batalla en las aguas del océano pacífico entre japoneses y americanos usando el sistema de movimiento libre por centímetros que es el que mejor acogida había tenido en nuestro club cuando se probó en su día.
El escenario consistía en intentar destruir los grandes portaaviones rivales, el USS Hornet y el USS Enterprise por parte americana y el Zuikaku y el Shokaku por parte japonesa.
El japonés se las prometía felices cuando en el primer turno durante la fase aérea algunos aviones americanos eran destruidos con lo que el japonés conseguía superioridad aérea. Además, en el siguiente turno los bombarderos Val hicieron de las suyas con una afortunada tirada mandando al fondo del mar a USS Hornet.
Esto envalentonó más todavía al japonés que ya enviaba su flota con descaro hacia delante confiado en su amplia superioridad aérea, pero dejó a su portaaviones Zuikaku con poco apoyo antiaéreos. Pronto los aviones americanos se lanzaron a por él, sedientos de venganza, el japonés sin embargo mantenía la calma, el poco antiaéreo disponible en teoría bastaba para neutralizar la amenaza yanqui, pero no fue el día de los artilleros japoneses, que una tras otra, fallaron sus tiradas para ver finalmente como desde una escuadrilla de Dauntless yanquis les lanzaban una andanada de bombas que los enviaba a todos a hacer compañía a Bob Esponja y Patricio.
Pero las desgracias japonesas no habían hecho más que empezar, pues el acorazado USS Tennesse asomó el morro tras una isla para enviarle también un regalito al portaaviones Shokaku, gemelo del Zuikaku, y como buen gemelo no dudo en compartir el mismo trágico destino, en un devastador turno la flota japonesa se quedaba sin sus dos mimados portaaviones. Los restos que quedaron intentaron devolver el golpe al americano, pero ni el crucero Tone fue capaz de destruir al Tennesse con sus torpedos por más que lo tuviera tan cerca que los marineros de ambos barcos se lanzaban escupitajos.
La aviación japonesa que quedaba intentó ir a por el USS Enterprise pero era ahora el americano el que gozaba de superioridad aérea, y entre sus cazas y los antiaéreos no dejaron que se acercara a su flamante portaaviones.
Cuando todo parecía decidido, el acorazado Kongo por fin entró en acción, y disparó sus baterías al Enterprise. Fue un disparo certero, se podía oír los gritos de júbilo de los japoneses hasta que cuando se disipó la humareda de la supuesta destrucción del portaaviones yanqui, los japoneses por primera vez en su historia abrieron los ojos como platos para comprobar que el USS Enterprise apenas había sufrido algunos rasguños.
No hubo tiempo para más, mientras el Tone también corría la siniestra suerte de los portaaviones japoneses se daba por finalizada la batalla en aguas cercanas a Guadalcanal. El almirante japonés Seryi Ito tenía claro que ya solo le quedaba el harakiri.
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