lunes, 17 de febrero de 2014

Malditos Oficiales

Estaba apunto de amanecer, y una luz se filtraba por el horizonte, dando un aspecto grisáceo y apagado al bosque. Se veían relucir algunas gotas de rocio sobre las hojas de las plantas que aun las conservaban, mientras que en otros lugares se veía alguna que otra flor abrirse para acariciar el nuevo día.

La mayoría de los hombres estaban todavía dormidos, aprovechando los últimos latigazos de descanso que les quedaba antes de sufrir de nuevo el castigo de la dura vida real en la guerra. Muchos de ellos estaban metidos en sus pozos de tirador, cavados la noche anterior con demasiada prisa, lo que convertía a algunos en pequeños socavones que dejaban demasiado descubierto a su ocupante. La mayoría estaban protegidos con su zeltbahn, para intentar retener el gélido frío que asolaba aquella zona, y más de uno había aprovechado alguna rama con la misma idea.

Gabriel fue abriendo poco a poco los ojos, mientras notaba como el suave calor del amanecer le acariciaba la cara. Retiro el zeltbahn que lo cubría e intento ponerse de pie, pero sus articulaciones estaban agarrotadas y entumecidas por el frío, con lo que tardo varios minutos en despejarse.

No se sentía orgulloso de su pozo de tirador, los había hecho mejores, pero no estaba del todo mal comparado con alguno de sus compañeros. Había excavado una especie de tumba, de no más de metro y medio de largo y medio metro de ancho, y había protegido los bordes con ramas caídas de árboles que había cerca. Dentro del pozo tenia parte de su equipo tirado. El hornillo estaba en una de las esquinas, sobre una piedra y con los restos consumidos de una pastilla para el fuego. Al lado había una lata abierta y chamuscada por debajo. Cerca estaba la cantimplora, junto a la bolsa para el pan. El bote para la mascara antigas estaba en el otro extremo, le había dado buen uso como almohada. El resto de su equipo le colgaba de sus correas, salvo la pala de trinchera, que estaba clavada en el borde de su pozo.

Una vez despejado se fijo en la lata vacía y recordó que tenia hambre, lo cual se vio acentuado al gruñir su estomago. Se acercó a la bolsa del pan y metió la mano y saco una pequeña lata de metal de color verde oscuro. Trato te leer qué ponía en el dorso, pero los gráficos se habian desgastado y solo puedo entreleer “apu”, lo cual no le facilito descubrir que contenía. Daba igual, tenía hambre, y cualquier cosa le vendría bien. Se metió la mano en uno de los bolsillo de la guerrera y saco de ahí un pequeño instrumento metálico, de aspecto afilado, que empleo para abrir la lata. El hambre lo ayudo a abrir rápidamente la lata y pronto descubrió qué contenía, un exquisito revuelto de verduras. Cuando acerco la nariz un poco para olerlo le dio una arcada. Su estomago volvió a protestar, pero Gabriel le mando callar y tiro la lata por encima del pozo y las ramas. Volvió a acercarse a la bolsa del pan, y rebusco en ella hasta encontrar algo apetecible, mecolotón en almibar, eso si era un buen desayuno.

No hubo terminado su comida cuando apareció una figura en el borde de su pozo. No podía distinguir su cara debido a que el sol estaba detrás suya, pero pudo ver sus charreteras, y supo que era el Sargento Mayor Fritz.

      -Cabo, preséntese en el puesto de mando dentro de diez minutos, y prepárese para recibir ordenes- Dijo el Sargento como si estuviera leyendo un libro sin ganas, sin parar para respirar un momento.
      -Si, señor, allí estaré- Gabriel no estaba demasiado entusiasmado con esas nuevas, y lo dejo bien claro en la coletilla de su respuesta.
      -¿algún problema, cabo?.
      -Ninguno señor, no era mi intención…
      -¡Cállese¡, ya sabe lo que tiene que hacer.

Fritz se alejo con paso lento, mirando con recelo a algunos hombres que seguían durmiendo. Cuando se hubo alejado lo suficiente, como para no ser visto entre el bosque, Gabriel empezó a soltar todo tipo de calumnias contra el sargento.

      Gabriel termino de comer y recogió sus pertenencias, y se preparó para dirigirse al puesto de mando. Mientras atravesaba los pozos de tirador fue despertando a los hombres de su pelotón, con lo que recibió numerosas protestas e insultos, pero no le importó, y les instó para que estuviesen preparados de inmediato. Cuando hubo caminado unos cien pasos, el bosque sobre el que estaban sus posiciones cambió, dejando a la vista un claro, donde apenas quedaba vegetación. Ésta había sido sustituida por tierra, sacos terreros, madera y… soldados. El puesto de mando estaba muy bien fortificado, semienterrado en una pequeña elevación artificial. Estaba totalmente rodeado por sacos terreros y trincheras. Había numerosos soldados apostados, algunos atentos a cualquier señal enemiga, y otros limpiando y preparando sus armas, o simplemente pasando el tiempo fumando y charlando con sus camaradas.

      No le costó encontrar la entrada principal, donde un solado hacia guardia. Era un soldado bastante más alto que Gabriel, ataviado con el típico uniforme de la Wehrmacht, pantalones de un gris oscuro y guerrera verde. Su casco pendía de un resorte situado en una tabla al lado de la puerta, dejando a la luz el pelo pajizo del soldado, muy bien cuidado. De su cuello colgaba una condecoración, pero Gabriel no pudo discernir de cual se trataba. Sobre los hombros recolgaba su carabina. Una de sus manos mantenía tensa la correa de la carabina, mientras la otra mano reposaba sobre el cinturón.

Al ver que se acercaba  Gabriel se cuadro, y le pidió nombre, rango y otros datos. Cuando el guardia se cercioró de que todo era correcto lo dejo pasar.

Al principio se hoyó un tableteo lejano, como el de la lluvia al caer sobre madera. Después le precedió un ruido semejante al que hace un pájaro carpintero.  Simultáneamente comenzaron a sonar unos silbidos agudos, provenientes del cielo. Lo que sonaba era artillería, enemiga.

La experiencia obtenida en primera línea por Gabriel lo recompensó, e instantáneamente se echó al suelo, a cubierto de los potentes proyectiles.

Comenzaron a caer las bombas sobre las posiciones alemanas, y todo se transformó en confusión. Los soldados medio dormidos se levantaron de inmediato, confusos. No sabían qué sucedía. Algunos salieron rápidamente de sus pozos y se dirigieron hacia el cobijo del denso bosque. Los más veteranos permanecieron acurrucados en sus pozos.

Las bombas no hacían excepciones. Destruían tanto árboles como hombres, sin ninguna compasión.

Una de las bombas cayó sobre el tronco de uno de los árboles, lo que produjo un estallido de astillas y pulpa en todas direcciones, como si fuera metralla, sesgando la vida de un soldado que estaba intentado protegerse por los arboles e hiriendo a otro en la cara. Escenas similares se repetían, lo que ocasionó numerosas heridas entre los soldados de la Wehrmacht. Uno de ellos, cubierto tras un árbol, fue empalado brutalmente a la altura del pecho por una rama impulsada por una explosión. Otro recibió numerosos impactos de astillas en una pierna, con lo que cayó sollozando de dolor mientras se sujetaba la pierna dolorida.

El bombardeo duró cerca de dieciséis minutos, tras lo cual, se produjo un macabro silencio. En esa aparente calma los soldados supervivientes comenzaban a asomar la cabeza de sus escondites, intentando otear algo.

      Gabriel había conseguido salir ileso, gracias a la dura resistencia del puesto de mando. Sin embargo, la protección del bunker no le habría librado del polvo, el cual le recubría casi todo el cuerpo, a excepción de los ojos y boca, donde asomaba algo de humedad. Poco a poco se levantó y se recostó sobre una viga de madera que sostenía el techo. El habitáculo estaba lleno de un denso humo o polvo, no era capaz de diferenciarlo. El polvo le impedía ver más allá de unos palmos, pero podía oír a un par de hombres discutir sobre la situación. Se acerco hacia las voces, ayudándose de las manos para no chocar con nada y seguir el camino adecuado. No hubo andado mas de cinco pasos cuando sintió la presencia de los hombres delante, indudablemente debían ser los oficiales al mando de aquella zona.

      -Se..Señor- Dijo Gabriel, escupiendo un poco de barro que se le había pegado en la boca - ¿tiene alguna orden para mí?
      -Cabo, ahora no es el momento…- Dijo con tono desasosegado el oficial- Bueno, diríjase a su posición y prepare la defensa, esos ivanes no creo que duden en atacarnos pronto.
      -Pero, ¿y si vuelven a bombardearnos?
      -No se preocupe Cabo, no lo harán. Ahí tiene mis ordenes, ¡ya sabe lo que tiene que hacer- Dijo el oficial mientras levantaba la mano y la movía en dirección a la puerta, como si no hubieran quedado claras sus palabras, aunque realmente solo había polvo hacia donde señalaba.
     
Gabriel hizo un saludo militar en dirección a los oficiales y se dirigió hacia sus posiciones. No le costó encontrar la salida, y al salir encontró al guardia con el que se había topado antes. Ahora no parecía tan alto. Había perdido las dos piernas, incluida parte de la cintura, y con su sangre teñía el embarrado suelo de tablones de madera. Retiro la mirada del cadáver y se encamino rápidamente a sus posiciones.

El color apago y gris del lento amanecer se había sustituido por un tono aun más oscuro, y lleno de humo procedente de los árboles incendiados y de los humeantes cráteres. Por todos lados se podían ver tocones y restos de árboles despedazados, junto a numerosos cadáveres de soldados, que no habian conseguido una buena cobertura. Gabriel intentó no mirar demasiado, ya estaba al lado de su posición.

Al llegar encontró a la mayoría de sus hombres agazapados y acongojados. La línea defensiva que habian preparado el dia anterior con árboles y sacos ya no existía, había sido sustituida por cráteres. Gabriel no lo dudo y comenzó a dar órdenes, la guerra no esperaba.

      -¡Clef! ¡Maldita sea, dónde estás! ¡Infórmame de la situación aquí, y prepara a los hombres para la defensa!- Dijo Gabriel, sacando todo el aire que tenia en sus empolvados pulmones.
      -¡Señor¡, la situación…- Dijo Chef mientras miraba hacia todos lados con nerviosismo- tenemos seis hombres ilesos, dos heridos y otros dos muertos. Uno de los heridos es Welner, ha sido alcanzado por astillas en el abdomen, pero parece que puede luchar. El otro...esta irreconocible, pero parece Ibrahim, le han alcanzado en la…

No pudo terminar la frase, debido a que una bomba había caído a sus pies, y la defragación le había arrancado la vida de cuajo. Los ivanes volvían a bombardear la zona. Gabriel se toco una herida en el pecho. Tenía atravesado un pedazo del casco de Clef. Sentía como un dulce sueño lo embriagaba y como un tibio liquido le resbalaba por el pecho. Saco el último aliento que le queda y solo consiguió decir.


      -Malditos oficiales…

Autor: Yarrick de Wargames-Spain
Del I Concurso de relatos cortos celebrado por El Bucanero y Wargames-Spain

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